Con la Amazonía húmeda por la lluvia de la noche anterior, la primera luz del día rebota en los espejos de agua que carga el majestuoso río Tambopata, y en el cielo el cóndor de la selva y muchos gavilanes de cola de golondrina desafiando el viento, ganando altura a los castaños, ficus y cauchos, que se estira en una bien tupida alfombra verde de Madre de Dios.
Texto y fotos: Iván Reyna Ramos
Con el permiso de las cochas proveedoras, desde la comunidad nativa Ese’eja de Infierno en Puerto Maldonado, una embarcación fuera de borda nos traslada río arriba por el Tambopata, y en menos de diez horas arribamos al Tambopata Research Center (TRC), el albergue ecoturístico de Rainforest Expeditions que Eduardo Nycander y Kurt Holle llevan adelante para que los turistas se contacten con la vida, con la propia naturaleza.
“Mucha suerte y buen clima es lo que necesitamos”, me dice Aldo Málaga Cari, el excelente guía que me acompaña, cuando estamos a unos 120 kilómetros de Puerto Maldonado, estamos en la Reserva Nacional Tambopata - Candamo, uno de los lugares con mayor biodiversidad en el planeta, pues al surcar el río Tambopata habíamos dejado muchos arroyos y troncos, y supimos que en todo su recorrido existen 74 collpas de guacamayos, pero la “Collpa Colorado” que se ubica a sólo 30 minutos de nuestro lodge, es la más grande de América con 500 metros de largo y 30 metros de alto.
Es así que a esta bucólica tierra selvática y de geografía espléndida, llegan cientos de turistas al mes para observar diversas especies de aves. Esa sería la razón que le llevó a Eduardo Nycander para que en 1989 impulse el proyecto “Ecología Alimenticia y Salud de Psitácidos en Madre de Dios”, conocido sólo como el proyecto guacamayo, único en todo el Perú y uno de los pocos de Sudamérica que estudia seis especies de guacamayos de los 16 que existen en el mundo. Según el biólogo Gustavo Martínez Sovero, jefe de campo, la novedad es que en el 2008 se avistaron 12 ejemplares de guacamayos de cabeza azul -especie endémica del este del Perú- pero este año han logrado observar apenas seis individuos. El SERNANP realiza un inventario de esta especie que se encuentran en estado vulnerable.
Siguiendo las trochas -lo que los guías denominan el bosque inundable- nos topamos con una manada de huanganas, luego muchos capibaras, añujes y hasta la nutria manco, y más adelante por el bosque pantanoso del aguajal encontramos las huellas de un Tapir que acababa de pasar, y también los rastros de un jaguar. Después vimos pasar a la serpiente afaninga, mientras en las cochas descansaban el lagarto dorado, el caimán blanco y muchas taricayas. Eso es lo que podría llamarse soñar despierto.
En las caminatas nocturnas -junto a las turistas francesas Amelie Bonvalet y Ornella Devoti, los guías Michel Beyuma y Aldo Málaga-, encontramos a la araña que produce tela dorada, la que viene siendo estudiada en Centroamérica por la industria de chalecos antibalas. También hallamos tarántulas, murciélagos de trompa larga, ranitas arbóreas y el espejismo de las luciérnagas que le ponen entusiasmo al aliento de las noches.
Confieso que estoy aquí por haber ganado el segundo puesto del Premio Reportaje sobre Biodiversidad 2009, -concurso organizado por Conservación Internacional- y me siento tentado para regresar otra vez porque esto no se vive todos los días, más aún cuando Liz Villanueva Paipay -administradora de TRC- me dice que soy uno de los pocos peruanos que visita este lugar. Y claro, Antes de partir –después de seis días-, nos sometimos a la sesión de masajes, limpieza energética y terapia holística que ofrece el Spa de Carlo Schenone en el albergue de Refugio Amazonas, suficiente para recuperar la vitalidad de la manera tradicional, tal como lo hicieron los antiguos, como lo siguen haciendo los hombres de la selva, como lo hicimos nosotros.